Fuente: eleconomista.es

  • Los datos entrantes hacen que se centre el foco en la debilidad alemana
  • Resurge con fuerza el debate de si vuelve a ser el ‘enfermo de Europa’
  • El presidente emérito del Ifo alerta: «No es un fenómeno a corto plazo»

Con permiso de China, se empiezan a apilar los titulares económicos negativos sobre Alemania. La potencia por excelencia de Europa, habitualmente apodada la ‘locomotora’ o el ‘motor’ de la región, atraviesa un marasmo que ha vuelto a encender el debate sobre si vuelve a ser el ‘hombre enfermo’ del continente. Este título, cortesía de una portada del influyente diario The Economist, ya lo recibió el país a finales de los 90, cuando su economía languidecía mientras otros socios continentales como España crecían con fuerza. Más de 20 años después, este sambenito amenaza con volver a hacer mella, pero esta vez ensombreciendo aún más las desfavorables perspectivas de la eurozona.

La salida de la pandemia deja una Alemania que expone en los datos macro sus flancos débiles. El producto interior bruto (PIB) apenas remonta tras el covid, quedándose en el vagón de cola del G-7 tras revisar Reino Unido al alza su contabilidad nacional. Su PIB es solo un 0,2% superior al del cuarto trimestre de 2019, peor que el de Italia (+2,2%), Francia (+1,7%) y España (+0,4%). La economía teutona lleva meses coqueteando con la recesión técnica, habiendo salido de ella en el segundo trimestre por la mínima, esto es, con un decepcionante estancamiento (0%) y dando por seguro los analistas que la contracción volverá en el tercero.

El resumen pasa por una economía especialmente zarandeada por dos factores de alcance. Por un lado, este tradicional polo industrial se ha visto afectado por el cambio en la demanda de unos consumidores que han pasado de adquirir bienes a volcarse en los servicios a medida que ha remitido la pandemia. Por otro, y con especial virulencia, la guerra de Ucrania ha acabado con uno de los pilares del éxito alemán en los últimos años: un gas ruso muy barato.

A esto hay que sumar otros factores internos como la debilidad en la demanda interna (los consumidores alemanes han soportado una inflación más alta que otros socios europeos, precisamente por la derivada energética) o la dependencia que ha adquirido Alemania de las exportaciones a China, que ahora se ven lastradas por la debilidad del gigante asiático. La conexión china también afecta en otro sentido: la puntera industria automovilística alemana está viendo cómo Pekín se convierte en un peligroso competidor como productor de vehículos eléctricos. Baste como ejemplo que, no solo la americanaTesla, sino la china BYD ha superado después del covid en capitalización bursátil a titanes alemanes como Volkswagen, BMW y Mercedes.

El cuadro general ha llevado a una institución económica en Alemania como Hans-Werner Sinn, presidente emérito del instituto Ifo (Instituto Leibniz de Investigación Económica), a pontificar el regreso del mote del ‘enfermo de Europa’. En unas declaraciones recientes en un foro económico celebrado en Italia recogidas por la CNBC, Sinn alertaba de que esta debilidad «no es un fenómeno a corto plazo» y ponía el foco en la citada industria automotriz y en los problemas energéticos.

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